VÍCTOR BURGOS



CARTA DE UN DESAPARECIDO


Hace ya más de un año que no quemo mis pertenencias y desaparezco por un tiempo, esfumándome en medio del crepitar de las llamas para ser un desaparecido más, un vagabundo con mil rostros. Solía hacerlo con cierta regularidad: era un nómada de fuego. Erraba de acá para allá, casi borrando mis pasos y mis palabras escritas o dichas. Incluso desechaba mi nombre y usaba todos los pseudónimos posibles hasta perderme a mí mismo en un anonimato turbio y dilapidar todo sentido de identidad. Y es que el nombre –muchos no lo creen- tiene cierta fuerza vital que nos ata a lo que somos: fácilmente se podría decir que cambiar de nombre es cambiar de vida. A pesar de que –y no puedo negarlo- hay una médula, una pasión, esencia mítica tal vez, dentro de nosotros que jamás cambia… Disculpen pero me desvío del tema principal de mi relato.
Decía que hace un poco más de un año que no desaparezco. Cuando me percaté, no supe a qué se debía. ¿Algo ha cambiado en mí? Llegué a la cautelosa conclusión de que no, nada ha cambiado en mí. Sigo siendo el mismo errático. Entonces, ¿qué me sucedió? Busqué en mis diarios, mis escritos, mis fotografías, incluso en mi ropa y en mi habitación. Escudriñé todos los rincones de mi espíritu buscando alguna cosa que desconociera, que no estuviera en tal lugar hace más de un año, esa última causa que me llevó a mi último incendio. Pero no, nada de eso estaba. O si estaba, no causó en mí otra impresión que un interés pueril y no destructivo, como antes lo hacía. En ese momento estaba confundido. Entonces, me di cuenta que la había conocido a ella hace más o menos un año. ¡Tenía que ser eso! Nos enamoramos y ya ninguno de los dos podía concebirse sin el otro. (Al principio nunca lo admití pero en las tardes sin ella, sin su voz, sin su mera visión, no podía soportar un minuto más y rezaba porque apareciera de pronto y terminara con la tortura de su ausencia. Allí fue cuando se me volvió inimaginable una vida sin ella: si ni siquiera podía soportar una tarde). Era ella, entonces, la causa de todo este trastorno. Me miraba al espejo y ya no deseaba desvanecerme, salía a caminar y ya no quería hacerlo sin rumbo y para siempre, y llegar a parajes desolados, salvajes. Ella, de pronto y sin yo darme cuenta al principio, se había convertido en un incendio más brillante del que yo pudiera causar, ella se volvió un paisaje, mi paisaje, vasta y dolida, con sus manos, sus ojos oceánicos, su mirada profunda de cueva, su cabellera río arriba, su espalda como estepa inexplorada, sus muslos vírgenes, sus piernas, sus pies, toda ella se había convertido en mi tierra, mi patria. Era en ella en quien quería perderme para siempre, sin rumbo, sin provisiones, desnudo y hambriento como un salvaje. Era en ella en quien quería olvidar al mundo y sus atrocidades, sus ruidos, sus personas, sus falsos dioses y valores. Ella personificó ese lugar mental al que tantas veces inmigré en medio de una multitud, ese paraje intangible al que huí lleno de cenizas y quemaduras, triste y magullado; ella representó en carne y huesos un espejismo que tantas veces se me había aparecido cuando estaba muerto de sed, la alcé como causa y efecto, bandera incorruptible e himno glorioso.
Ahora, un poco después, me di cuenta de todo. He desaparecido. Me he esfumado de nuevo. He borrado mi nombre de los libros de la Vida y de la Muerte, dejé de usar zapatos y me dejé crecer la barba. Les digo que la vista es hermosa, nunca hace demasiado calor ni demasiado frío. Hay hambre, dolor y sufrimiento como allá afuera, pero acá, sentirlos es una opción y no una obligación. El viento siempre sopla poco pero refresca. Mis libros no se llenan de polvo y el tiempo pasa rápido, sí, pero cada instante dura una eternidad si así lo deseas. Las preocupaciones se espantan como insectos cuando se vuelven muy molestas y lo mejor de todo: no hay futuro. Bueno, no es lo mejor. Pero al no haber futuro, tampoco hay pasado y el presente abarca un lapso de tiempo indefinido, prolongado, abstracto. Ahora, lo mejor de todo es ella. 
P.D. No voy a volver.