PAVEL ANDRADE



LA MUJER DEL MUELLE


Tomar por la cintura a una mujer
a la orilla de un muelle
cubrirle el pecho con un brazo
adorar la caída del sol
sobre su insistencia de niña
amarle la piel desnuda
el húmedo correr de la sal bajo su cuerpo
la tibieza de la espalda contra el viento
amarle los pies descalzos
y las piedras que los sostienen
el libre albedrío de los cabellos
amarle la respiración que crece
los hombros que simulan horizonte
de mar y luz
amarle por el resto de la tarde
de pie por un segundo
sostener su mano de peregrino
amarle ciegamente, indistintamente
la seca longitud del cuello
erigida en suave curvatura
amarle más allá de la frente
luminosa de sudor y de agua
la boca del vientre cálido
los hijos que no vendrán
los que no volverán a nacer
amarle el temblor de las piernas
la dureza de las rodillas
las pupilas frágiles como la espuma
amarle las líneas del rostro
la unión, la coyuntura de los labios
roja, empapada de grana
amarle por un instante
infinitamente
y después partir
un poco más allá
a aquel lugar donde la gente
se sienta a alimentar a las gaviotas.



 NÍNIVE


En la cima de Nínive hay ruinas
olvidadas por su belleza
un paso entre oriente y occidente
donde nacen calles y bibliotecas
un río desteñido de sangre
un muro vivo
no del arrepentimiento
ni de los clicios
Nínive tallada en piedra
de jardines de agua
que bañan hombres y mujeres
ciudad de Ishtar y Senaquerib
de palacios, acueductos y murallas
levantados por manos de barro
con nombre y rostro
ciudad de niños heridos
por un capricho de dios
Nínive se levanta en un cúmulo de nubes
que no ha sido tocado por el fuego
es naciente y es eterna
sus ruinas son las ruinas de su tiempo
sus palabras las palabras de sus muertos
Nínive vuelve a nacer
sin arrepentimiento y limpia de pecado
vestida de hierro y bronce
el nombre libre de polvo
las manos blancas de tierra
Nínive, cuando vengan con largos dedos
hablando de tu idolatría
sabré besar tus cicatrices
sabré mirar tu suelo fértil
hasta que otra vez a ti llegue la guerra
entonces la guerra haré contigo
mi mano firme a un costado de la tuya
así desaparecerás un día
por mano del tiempo y su destino irremediable
no por las palabras de un loco
no por las entrañas de un pez
ese día vas a renunciar al nombre
y a esta historia hecha de ruinas
dirás, Este es mi verdadero nombre
este es mi cuerpo
este mi brazo izquierdo
soy aún porque seguí siendo
entonces cruzaremos las murallas
de este mundo.