GUILLERMO SAMPERIO


FUERA DE CUENTO


en la mañana del lunes estoy escuchando a Bob Dylan mientras un camarógrafo me enfoca y me entra una tristeza potente que yo no esperaba pues la combinación de las viejas canciones de Dylan con la cámara enfrente me llevan en viaje de evocación hacia los días en que mi padre me llevaba a los rodajes de la películas en las que él salía y se une también con la primera vez que estuve ante una cámara para la TV e iba muerto de miedo y yo entonces era un muchacho de unos 20 años lleno de pavor y desconfianza sin creer que yo fuera escritor sino un simple amanuense o un hombre que el 2 de octubre del ‘68 se había salvado de morir además de otras ocasiones por x o y circunstancias sociales y el Señor de Casiopea me tenía reservado más sufrimiento con la inyección letal de una tarántula de pelaje sanguíneo muy pegado a su cabeza y que iba a irme envenenando poco a poco al pasar de los años y si cuento las veces en que no me he muerto ya no tengo dedos ni los de los pies para contarlas pero en ese tiempo de los Dylan y las Janis creía que era un hombre feliz y que morir con un propósito a favor de los humanos jodidos no era tan despreciable pero quién iba a decir que la inoculación de la tarántula me alcanzaría hasta una mañana de julio del 2011 cuando yo pensaba que pasaría de los 80 años y aquí me tiene la arácnida sufriendo un día más mientras la melancolía insondable es como una telaraña espesa que se adhiere a mis pulmones y hace que se me dificulte respirar y que las lágrimas se queden allí en el centro del pecho sin salir y luego yo dar buena cara a los presentes sabiendo que la tarántula está aquí subiendo por la gran arteria del corazón y se me dificulta mucho respirar como si la vena cava me oprimiera el tórax cada momento con suma pesadez y ya me es imposible articular palabra ni respirar y menos poner buena cara, con el intolerable dolor en el pecho, ante la sonrisa vehemente del camarógrafo, pero al menos se llevará un buen video, ideal…