VICTOR BURGOS


SOMNOLENCIA


Cuando la ciudad duerme, sueña con insectos recitadores de monótonos monólogos y ladridos de perros invisibles, con vientos súbitos y fríos, con sirenas de cristal que aúllan en la oscuridad, con motores que rugen hambrientos de combustiones y con el pavimento mojado que brilla lechoso bajo el halo de una terrenal luz blanca. Puertas que se abren a medias o que se cierran tras un amén de llaves pasadas y cerraduras puestas, con bombas de aguas insomnes, con aves de canto dormido. Una ciudad que se mueve inquieta bajo alcantarillas sueltas y grietas en el asfalto, una ciudad coronada por cerros minados de muertos de hambre, putas y ladrones que en medio de la noche brillan como piedras preciosas de países exóticos. Sueña también con aceras pobladas de fauna madrugadora e incierta, con areperas que abren las veinticuatro horas y los setecientos días de la semana, con risas obscenas y minifaldas generosas, con mujeres encerradas en cuerpos de hombres vendiendo placeres fingidos a ingenuos solitarios y devoradores de placeres.


ESFUMINES

Estrellar tu nombre
contra la pared
y derramar
tu voz
tu ausencia
tu cuerpo
tu soledad
tus ojos cerrados
allí no queda más que tu sombra
crucificada en la pared, nublada y silenciosa
la profundidad sin tiempo de toda tu ausencia.