ÓSCAR DE PABLO



SOBRE LAS REVOLUCIONES DE LOS ORBES CELESTES


Ponte a girar y salta, porque lo que hace falta 
aquí en nuestro nichito repelente, sin remedio ni cura, 
        remedo de cultura, en  nuestra sub-cultura del 
sub-occidente, es que llegue un pequeño sacerdote polaco, 
        un médico polaco, un ancianito astrónomo 
polaco, aquí a nuestro nichito, y con un puntapié bien colocado
lo ponga en un estado
que lo calme y lo rete, que lo enferme y lo sane, lo vuelva un 
       poco engrane y un poco
rehilete: que inicie un tumultito, Nicolás, una revolución 
que explique las
que tome en cuanta las
que nos enfrente a las
r e v o l u c i o n e s  (aunque sea de los orbes
celestes) y nos gire instrucciones entre giros agrestes, 
       girando a tropezones, y le grite a la cara 
tan dura y arrugada 
de esta mi sub-cultura: Que nada: Ni tú ni tu consciencia 
son el centro de nada, son funciones de un sol mucho más 
       grande (que se levante y ande), que sin saberlo tu consciencia gira 
en torno a él: diariamente lo mira
ponerse por la tarde detrás del horizonte 
como se pone un huevo, rinoceronte gigantesco y ciego, 
       y salir nuevamente por el este, por el orbe celeste, 
       como brotan las rosas, como salen las cosas 
cuando todo va bien. Lo ve una vez y dos 
y lo ve cien. Se considera bella (tu consciencia). 
       Poniéndose lo ve 
y en su inconsciencia cree 
que en torno a ella es él (el sol) quien gira. Pero no. Pero sí. 
       Poniéndose lo mira
y a sí misma se admira 
de su propia grandeza. Pues cree que to-
do el universo gi-
ra en torno a su cabeza. Sólo gira este verso, mira: Qué belleza.