FRANK LOZANO

(Fragmentos del poemario El Libro de Alaciel.)


ALGUIEN QUE NO SOY TÚ


Hay alguien enfrente. Alguien está enfrente de mí. Yo estoy enfrente de alguien. 
Yo soy alguien. 

      (¿Se elige ser alguien, o al ser algo, ser alguien es un regalo, una 
      añadidura? 

                  ¿O alguien te regala su alguien y te hace alguien en algún lugar, 

                            o un no lugar?)

Entre nosotros hay una mesa de madera. Debajo de nosotros el piso es de madera. Quizá por dentro también llevemos un Roble. Tal vez las manos se tornen ramas. Quizá las plantas de los pies añoren volverse leños. 

Estamos en el tercer piso de un edificio singular. Es un edificio que casi es una mujer. Es una mujer que se curva. Es una curva que juguetea con el aire. Es el aire que da vuelta por la calle Vertiz. 

Nuevamente, es esta ciudad de las penurias.

Hablamos. Nos miramos. Por alguna razón ese alguien que está frente a mí viene y va de adentro hacia fuera en una suerte de flujo escénico. Por razones distintas, mi propio alguien responde y se desdobla, se vuelve una antena, un pararrayos, un receptor parabólico de señales que el otro alguien emite de forma no solo insospechada, sino también nítida. 

Sus ojos hablan. Habla su piel. Hablan sus cejas. Habla su cabello. Habla su boca. Cada molécula cuenta una historia. Cada poro narra su versión de los hechos. Las uñas susurran, los vellos del cuerpo relatan. Frente a mí, acontece una crónica de lo inacabado. 

Yo mismo soy una crónica inacabada. Flecha rota. Espejo fragmentado. Noción de astilla. 

No cuento. No narro. Guardo silencio y permito que por dentro las hormigas devoren mi nombre. Son rojas y son millones. Están furiosas. Las hormigas no saben detenerse a pensar. 

Elevan sus antenas y siguen un rastro. Avanzan por mi cuerpo desde el corazón a los confines del pelo y la uña. No puedo matarlas sin matarme. No puedo vomitarlas sin quedar exangüe. Me hacen ser alguien: alguien que quizá no soy, alguien que quizá seré, alguien que tal vez ya fui; alguien que pudo ser. 

Alguien contigo. 

Alguien sin ti.






DEL TACTO NADIE QUEDA INTACTO

Ahí está la trinchera, corre, arrójate. Es un lengua, una nube, una mano, un torso lleno de filamentos. Es un ojo abierto. Es el oído de las cosas que nadie quiere escuchar. Es el centro del universo. Es una piedra de sacrificio. Es un mundo adentro del mundo que está en el mundo que solo tú habitas.
        Llega ahí, yo ya llegué. Quédate un poco, aunque quedarse sea ir demasiado lejos. Yo estoy ahí sin haber llegado del todo. Yo estoy ahí a modo de penumbra humana. Yo estoy ahí desprendiendo ese olor a travesura que el musgo extrae del corazón seco de la roca.
        Llega. Tiéndete. Sé también una lengua que habla del origen de la guerra y del comienzo de la paz. Acuéstate sobre la nube y llueve. Échate como mano que golpea la mesa porque quiere más.
        Cobíjame. 
        La música comenzó: llegó tu pelo, llegó tu cuerpo. 
        Mis manos terminan donde comienza tu gemido. Las llevo más adentro hasta que encuentren su propia asfixia y mueran.







DEL SILENCIO COMO CONTINUIDAD DE LA PIEL


Calla. Aunque no hables, calla. Aunque calles, calla. Yo callo. También he caído. Afuera, la ciudad de las penurias es otro silencio. 
       No me dejo engañar por el grito, por el maullido de un auto, ni por la falsa algarabía que sale de la boca de la glorieta. Tampoco te engañes, el silencio de la ciudad no es un silencio, es un ofrenda. Nace en nuestros pechos, ahora sudados. De nuestras bocas que ahora susurran. De las manos que se tocan. De los hombros que sacan breves chispas. 
       Calla. Cállate. Está hablando el aroma a sexo. Dice cosas; dice que la música nos inunda; que la música no sabe callar. Pero cállate y cállame. Este momento se tramó hace millones de siglos. Este instante nació de la cauda de un cometa que surcaba en silencio el silencio mismo del espacio. 
       Callémonos. En otro momento tendremos que hablar de aquel momento donde callamos, de aquel páramo en el que nos tendimos a desmembrar la piel como continuidad del silencio. 
       Del sortilegio, del azar y la penumbra.
       Siempre habrá una excusa para hablar o escribir, pero este momento, que ya es pasado, dice y dice bien: aprendamos a callar. Piel adentro, en la membrana de las cosas, en la molécula adormilada del tiempo, un coro de memorias ensaya el canto de una noche de mayo.
Dejémosle en paz.